viernes, 31 de octubre de 2025

El viaje y la pregunta


Cuando surgen las preguntas, la existencia respira.
Es en el temblor de la duda donde el ser recuerda su propósito.
Pero cuando el poder le arranca las alas al arte,
silencia la voz más antigua del alma:
esa corriente que nos nombra, nos precede y nos revela.

Hay un germen, invisible y voraz,
que todo lo vuelve mercancía.
El materialismo –ese dios hueco– nos despega de lo sagrado,
de la certeza de que encontrarse a uno mismo
es el destino final de estar vivos.

Nos quieren quietos, sin catarsis ni reflejo,
desvinculados del pulso común que nos une,
lejos del arte que nos reconstruye y nos recuerda
que seguimos siendo humanos.

Se es más grande conteniendo lo más pequeño.
Porque en el alma, la empatía es un escultor silencioso,
que cincela la forma de lo eterno en lo efímero.

No hay senda más cierta que la que guarda
los deseos que aún permanecen ocultos.
Pero el sistema –frío alquimista–
ha dormido tus destrezas,
esas que, en la infancia, aparecían
como destellos espontáneos de creación.

La cáscara se endurece,
pero el centro sigue intacto, vibrante, inmutable.
–Y lo sabes–

En los sueños, el tiempo se disuelve.
Se es un fragmento de una sola llama,
un collage sin tiempo; superpuesto, corregido, orgánico.
No hay pasado, presente o futuro,
es un dibujo sin márgenes.

Sólo viajamos.
Siempre viajamos.
El viaje –ese respiro infinito–
es la única verdad que nos queda.

– Eduardo Galleguillos

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