miércoles, 15 de mayo de 2013

Sin Medida

La medida de la existencia es sin duda un vacío que no posee dimensiones; hacia atrás el pasado oscila como un péndulo, un volumen inscrito en el débil cajón de la memoria. Es entonces el cerebro una realidad incompleta, es como un extenso campo de trigo que se va quemando a lo lejos en algún horizonte dibujado en nuestra imaginación. Es difícil por consiguiente aceptar que existen y seguirán existiendo vidas más largas que otras, y que difícilmente podemos aceptar que a veces gente que puede entregar mucho más que nosotros al mundo no podrá resolverse en la medida en que el mundo exista; en que la vida exista, y que seguirán llorando en alguna dimensión paralela o en el estómago de los gusanos. 
En lo personal puedo entender que injustamente lo único que nos hace más fuertes es también lo que fácilmente puede destruirnos; los sentimientos fluyen a través de la sangre y pareciera que el movimiento no perteneciera a un impulso eléctrico cerebral, sino a la consciencia que no duerme y que por alguna razón aventuradamente lógica pertenece a una energía universal que nos mantiene en pié. Hay veces en las que incluso en un afán completamente constructivo y glorioso puedo creer que si somos hijos de una misma energía tal vez el todo es un invento creativo esta vez construido por nuestra cabeza; al contener la misma sangre entonces imaginamos paralelamente las mismas cosas para construir la razón del existir; fueron construidos los cielos, los océanos  las flores, las piedras; no hay loco que haya nacido sólo para construir la muerte. Nacimos para construir un significante que pueda sobrellevar el peso del final y hacernos sentir completos: seres poderosos, sin miedo a aceptar y construir, o a construir y luego aceptar. 
Mi cuerpo es un sueño, y sí, tengo miedo, pero tarde o temprano y sin darme cuenta ya no. El cielo se fragmentará ante mis ojos imaginarios con sus nubes y sus aves, serán hermosos aquellos momentos creativos; un negro imaginario, un estomago de gusano o alguna dimensión extra-humana. 

-Eduardo Galleguillos Castro (comunelemental)

jueves, 21 de julio de 2011

Cualquiera sea.


Fotografía Propia 

Hay torpeza en la edad. En la de los árboles quizá.
Hay sentimiento en todo lo desarrollado,
y en consciencia un poco más de pena.

Hay días grises, días blancos, 
días verdes y azules, existen,
-Lo sé-

lunes, 31 de enero de 2011

Sin pausas.

Podría definirme en la inmensa tierra, y desbordar la mente en sus aguas. Podría hacerlo si me place, y si realmente tuviera la fuerza.

Me siento despegado del todo, y lo he repetido en infinitas ocasiones. Pero, debo decir que contrariamente mi sentido se burla de las cabezas flotantes que ríen a mi alrededor.

Llegar a la razón no es sencillo, gesticulaciones me dictan cosas, tantas. Por tanto, me considero una persona despegada de la realidad instantánea, pero no así del infinito carácter deforme de esté planeta

-no podría ser de otra manera, estamos destinados todos al encuentro de la verdadera razón-.

Ahora sin miedo sólo puedo decirlo, con una convicción aterradora. Diré que conforme pase el tiempo, y me defina o no en él, sé que en otro sea cual sea su forma, estaré dispuesto a contemplarlo en silencio.

Eduardo Galleguillos

domingo, 22 de agosto de 2010

Muelle-llueve.

Hubieron días en los que la música me supo más dulce, días en los que un trayecto inmenso se me hizo recorrible, finito. Existieron también pies y manos, interrumpidos atardeceres de mudez, y brillantes aguas frente a las sombras. Hubieron días en los que la noche intercepto un atardecer perdido, y yo y mi sombra, mi piel y mi llanto, se hicieron nada ―o al menos así lo creía―.

-No hubieron días en los que mi cabeza durmiera, no los hubieron. No hubieron sueños inútiles ni pesadillas infinitas. No las hubieron-.

Pero, debo decir, con seguridad, de que hubieron días en los que dejé de existir por momentos.


Eduardo Galleguillos

miércoles, 21 de julio de 2010

Resonancia humana.

A razón de las cosas, veo una mano cayendo; desfigurándose, repleta de fuerzas invisibles.

Debo decir que mis sentidos están incompletos,

y mi cabeza, despegada de mi cuerpo,

se burla de la incompetencia de mis piezas vacías.


Eduardo Galleguillos

martes, 25 de mayo de 2010

Nube no ventana.


Atado al ritmo olvidé, olvidé que las calles
se me hicieron grises cuando vagué por ellas,
que el salto y el grito se quedaron guardados
en bocas contorneadas de sombra.
Olvidé el bostezo y los ruidos y las tazas,
olvidé mis piernas, otro día mi cabeza.

*

Reciclé mi lápiz y un verso, lo hice, mientras rescataba
el fuego en la nube, mientras quise detener el viento
con una mano pero me fue imposible;
con una sujetaba mi paraguas
y con la otra mi cerebro.

No busco igual belleza en la rana y el viento,
o en el cuervo y la sombra. Me diría sin dudarlo,
que hermosa es la sombra del viento
y el cuervo comiendo ranas.

*

Así como todos los días olvido despierto
horas en mi ventana; olvidaré la nube, el brillo y el pájaro.

Mi existencia,
por momentos.

Eduardo Galleguillos